domingo, 22 de mayo de 2011

Toxicomanos y esclavos de los traficantes de droga

Los clanes de narcos utilizan a drogadictos para que limpien sus casas, retiren el barro o incluso hagan la compra en los «quioscos» ilegales



Toxicómanos y esclavos de los traficantes de droga



Han vendido su alma al diablo, a la droga y, ahora, a sus camellos. Nada les queda en la vida salvo sus «chutes» de caballo en vena y/o en pipa.



Malviven día a día en la Cañada Real Galiana castigados por el látigo de sus dosis y entregados de lleno a las misiones que les encomiendan los «narcos» gitanos, su última esperanza para paliar los dolores que les produce la falta de droga en su cuerpo.



Consumidos por la adicción y perdidos por la misma barren las casas de quien parte el bacalao en la zona, les riegan las puertas de entrada para retirar el barro, les hacen la compra en los quioscos ilegales, les limpian las casas, venden «chutes» a otros adictos, se empeñan como «machacas» para atraer a otros compradores y «dar el agua» —avisar de que viene la Policía—... Todo mientras los traficantes venden la mercancía en el interior o se mantienen a las puertas de los chalés anunciando, solo con el gesto de permanecer sentados, que se trata de un punto de venta.



Camina de arriba abajo por la maldita vía de Francisco Álvarez, nerviosa, sin un rumbo definido. Dice tener 37 años. Lleva 17 enganchada. Parece que solo quiere huir. Se ha percatado de que los «rutas» la acechan.



Oculta algo en su ropa. «Trabajo para ellos los traficantes gitanos durante todo el día . Vendo “chutes”. Así me gano 20 euros diarios más las micras que me inviten», revela. Es parca en palabras. «No hablemos más, por favor. Me están mirando. El otro día vino una periodista y estuvo hablando con otra como yo y cuando se fueron los medios de comunicación le pegaron una paliza que todavía está en la UCI ingresada», anuncia temerosa con la mirada perdida. En ese momento, una gitana llama su atención y la ordena que se dirija hasta ella. La toxicómana acude hasta su ama, que la retira de la escena.



Unas casas más alejadas de ese punto, un mujer calavérica se esmera en retirar toda la grava que inunda la morada de sus camellos. Lo hace con una manguera que escupe el agua enganchada ilegalmente. Uno de los agentes que patrullan la zona reseña sobre el chalé que cuenta con esta criada que días atrás «nos llevamos al yerno del dueño por un homicidio».



El compañero indica que hay drogadictos en condiciones peores: «Los más degradados ya no tienen recurso e incluso recogen jeringuillas abandonadas para ganarse unos euros».
Trabajo para inmigrantes

Una bella mujer rubia de espectaculares ojos azules camina por la calle de Francisco Álvarez con un vaso de plástico en la mano. Es un café que lleva a sus amos de la casa número 10. Trabaja en varias viviendas de este poblado. Su habla denota que procede del este de Europa. Los agentes la requieren. «Estoy trabajando en varias casas. Tardo una o dos horas en hacerlas, cuido a los niños y hago recados. Me pagan entre 15 y 20 euros por vivienda», responde a la autoridad. No parece adicta a ninguna droga, simplemente se gana la vida de manera ilegal en este terrorífico emplazamiento; al fin y al cabo, otra esclava más de la droga.

LINK: http://www.abc.es/20110522/madrid/abcp-toxicomanos-esclavos-traficantes-droga-20110522.html

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