domingo, 17 de abril de 2011

En el olvido y sin justicia

Habla una víctima de la inseguridad
No quiero favores. “Lo único que reclamo es un trabajo. Sé hacer de todo y me puedo desenvolver en cualquier tarea.
Así vive Griselda Duarte, la viuda de un panadero ambulante que fue asesinado en un asalto callejero. El suyo es un caso testigo de cómo el Estado (provincial o municipal) jamás acudió en su auxilio.

El domingo amaneció gris y frío.
A casi un año de distancia, la jornada se muestra en idéntica sintonía con aquel momento donde la vida de Griselda Duarte cambió para siempre.
El 23 de mayo de 2010 también era domingo y Carlos Daniel Díaz (39) recorría a bordo de su bicicleta las calles de barrio San Lorenzo.
Llevaba consigo una canasta repleta con panes y facturas. Mercadería que durante buena parte de la noche había sido elaborada por sus manos y las de su compañera.
Ya de madrugada “El Chivi”, como le decían los suyos, había cocinado dicha producción en un horno de barro que le prestaban a unas pocas cuadras.
Aquel día, Carlos circulaba por Entre Ríos y J. D. de Solís cuando un balazo se le incrustó en el cuerpo. Cayó al suelo y estuvo largos minutos sin recibir asistencia.
Los primeros curiosos que lo encontraron pensaron que había sido atropellado. Hasta un policía incurrió en el mismo error.
La verdad se supo cuando fue revisado en el hospital donde se advirtió que presentaba una herida de bala en la zona del abdomen.
Un calvario
La vida de “El Chivi” se apagó sin remedio... Y a partir de entonces comenzó la pesadilla de Griselda.
“Tuve que hacerme a la idea de que tenía que seguir sola. No fue fácil porque todo cambió de golpe. Tuve que redoblar los esfuerzos para intentar salir adelante.
Los meses que siguieron fueron muy duros. Encima, aun golpeados por la muerte del panadero, los truenos de la delincuencia volvieron a abatirse sobre esta familia.
La tarde del martes 16 de noviembre las hijas de Griselda y Carlos fueron asaltadas cuando vendían pan en las calles de Santa Rosa de Lima.
Rocío (15) y Jazmín (11) llevaban una canasta cuando varios delincuentes las rodearon en Moreno y Estrada. Les sacaron la bicicleta, un teléfono celular y las zapatillas.
Una de las menores intentó resistir el robo. Entonces terminó con una herida cortante en uno de sus brazos. Ya era demasiado.
Abandonados por todos
Aquellos sucesos dejaron a Griselda y su grupo de familia en carne viva.
“¿Qué puedo decir de todo esto? Que no damos más. Que tenemos miedo. Que estoy muy sola, y en consecuencia todos mis hijos están solos.
“A partir del asesinato de mi esposo todo se hizo más difícil. Nos hicimos a la idea de que tenemos que salir al frente sea como sea. Pese a todo golpeé algunas puertas... pero sin resultado.
Lo único que hacían eran tomarme los datos, me pidieron hasta el certificado de defunción, pero jamás hubo una respuesta positiva”, recordó.
—¿Nunca vino ninguna autoridad a entrevistarla? -preguntó este cronista.
—Jamás nadie vino hasta aquí. Ni desde el gobierno provincial, ni municipal. Tampoco vinieron desde la Justicia. He quedado al borde del desamparo absoluto. Los pocos pesos que ahora contamos provienen de cuando yo puedo salir a vender o de mi hijo más grande que me ayuda con algo de dinero. Mientras tanto hoy miro cómo a veces entran los punteros políticos... están en campaña. Yo los observo y cada vez entiendo menos. Son puras mentiras.
Por mis hijas
Más adelante, la mujer sostuvo que “yo no quiero favores ni regalos. Lo único que reclamo es un trabajo. Soy una mujer que sabe hacer de todo.
El futuro de mis hijas no está vendiendo pan en la calle. ¿Adónde van a llegar con eso? Ellas tienen que seguir estudiando.
Encima ni tengo el consuelo de la justicia.
Días atrás estuve en los Tribunales y me enteré que hay un joven detenido. Pero no por el tema de mi esposo, sino por otro aledaño. A Carlos todavía no se sabe quién lo mató.
Cuando fui a hacer la declaración por el asalto que habían sufrido mis nenas también me desalentaron. Me aconsejaron que siga con la causa. Que como las nenas andaban por la calle era mejor que todo pasara el olvido, para evitar cualquier represalia.
Entonces una va perdiendo las ganas de todo...

Legado. Mi esposo era un hombre que nunca le pidió nada a nadie y esa enseñanza se hizo piel en todos nosotros. Ahora lucho por mis hijas, para que puedan seguir estudiando.
Carta al gobernador
Griselda nos confió que entre sus pertenencias guarda una carta que tiene pensada entregársela al gobernador de la provincia, Hermes Binner. “No se la voy a mandar por correo. Quiero dársela en mano y que nos miremos a los ojos. Es una última esperanza que me queda...
Me enojé hasta con Dios
“Muchas veces a la noche miro las fotos de mi familia y la desazón se agranda. Es tanto el abandono que hasta me he enojado con Dios. Pienso: si es tan bueno y todo lo sabe por qué este castigo. No sabía que nos amábamos. Que teníamos una familia. Que había chicos que criar y defender. En fin...
Fuente: El Litoral

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