viernes, 19 de marzo de 2010

Inseguridad creciente

Otro Atroz asalto con la misma metodología
"¡No griten... o salen en cajones!"
Ocurrió en una finca de Alberdi al 6200. Actuaron dos delincuentes. Se llevaron 16 mil pesos, además de 6 mil dólares y 6 mil euros.
Alberdi al 6200. La zona donde se consumó el golpe se ubica a escasos metros del colegio Monseñor Carlos Macagno. Foto:Guillermo Di Salvatore
Danilo Chiapello - dchiapello@ellitoral.com Fue una auténtica noche de miércoles... El calor y la humedad desafiaban todas las formas de la paciencia. Buscando algo de alivio la señora Mari (60) dispuso una cena en el patio de su domicilio ubicado en Alberdi 6235, en barrio María Selva. Junto a la dueña de casa estaba su hermana, de 65 años y el marido de ésta, también de 60. Suena el teléfono La velada transcurría con absoluta normalidad hasta que sonó la campanilla del teléfono fijo de la vivienda. Mari se levantó y dio unos pasos en dirección al living. Pero cuando estaba atravesando la cochera comenzó la pesadilla. “Allí siento que alguien me manotea de los pelos”, relató hoy la mujer en diálogo con este diario. “A los empujones me llevó hasta la cocina donde veo a mi hermana y a mi cuñado que ya estaban reducidos por otro tipo que los apuntaba con un revólver”. “Los tres fuimos llevados hasta un dormitorio y nos tiraron boca abajo. “Vos sos una vieja rica” A partir de entonces las acciones de los delincuentes tomaron una ferocidad ascendente. “Vos sos una vieja rica”, me gritaban mientras me zamarreaban de los pelos. “Yo en todo momento les decía que se queden tranquilos, que les iba a dar todo. Pero nada, me pedían plata, me decían “nosotros sabemos que vos tenés dólares”. Sabían todo Comenzaron a revolver por todos los cajones. Después de un rato me volvió a agarrar de los pelos y me llevó a otra dependencia. Allí me empezó a gritar: “yo sé que en un rato llega tu hijo. Y lo vamos a matar. Tu hijo tiene una camioneta negra grande”. Quebrada aun por recordar lo vivido, Mari indicó que les llamó la atención que los delincuentes conocían al detalle toda la información de su familia. “Me hablaron de mi hijo, de mis familiares. Yo soy viuda. Y en ningún momento mencionaron a mi marido”. A todo esto los minutos pasaban y el dinero no aparecía. “Sos una hija de puta.... Si a mí me matan yo te mato a vos y a tu hijo”, repetía. “No me mires... no me mires”, gritaba a cada rato. También me gatillaba con el revólver a la cabeza. Fue un horror”, recordaba hoy Mari entre sollozos. Dinero y alhajas “Después me hizo bajar donde estaban mi hermana y mi cuñado. Nos ordenó que les entreguemos las alhajas. A mi cuñado le sacó la alianza, la billetera, el teléfono celular y las llaves del auto. Luego siguió con mi hermana a la que le sacó las dos alianzas de oro. “Mientras tanto yo escuchaba que el otro estaba destrozando todo. Cortaron las sábanas de la cama y con los restos de tela las utilizaron para atarnos las piernas y las manos. “Después me pidieron mis anillos. Para colmo no me salían. Entonces les dije que me alcancen el jabón líquido que estaba en el baño. Y así lo hicieron. Fue el único gesto de humanidad que tuvieron conmigo. “También encontraron el dinero. Se llevaron unos 16 mil pesos en efectivo. También 6 mil dólares y otros 6 mil euros”. En la parte final comenzaron con las amenazas más bravas. “No griten porque esto va a ser una masacre. Más vale que te calles vieja, porque los van a sacar a todos en cajones”, era la sentencia del rufián. “Pese a todo me tiraban una campera en la cabeza para que no pueda verlo”. Y llegó el hijo “Cuando ya estaban por irse -prosiguió- escucho pasos que venían del frente del casa. Era mi hijo. Entonces me quise morir. Pensé lo peor. “Después me enteré que mi hijo vio que la puerta de la casa estaba abierta y le llamó la atención. Y fue allí que observó que había un hombre armado dentro de la vivienda. Salió corriendo y los malvivientes lo persiguieron. “A los pocos metros lo alcanzaron y le pegaron un culatazo en la cabeza. “Todo culminó bien gracias a la intervención de un vecino que comenzó a gritar y a pedir auxilio. “Esto puso en fuga a los cacos que escaparon a la carrera en dirección a las vías del ferrocarril”. El relato de Mari se interrumpió con sus lágrimas.

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